martes, 14 de octubre de 2025

PRENSA Y MORALISMO (1984)

 


*La Estrella de El Loa, 1 de junio de 1984.

 

El artículo informa que vecinos denunciaron ante la policía y dirigentes vecinales las supuestas reuniones de este grupo, consideradas “inmorales” o “contrarias a las buenas costumbres”. El diario reproduce esas denuncias con un tono sensacionalista, refiriéndose a los involucrados como “raros” y enfatizando el temor colectivo, las habladurías y el rechazo social. Se menciona que algunos pobladores incluso enfrentaron directamente a los acusados, mientras otros prefirieron mantener la distancia por miedo a “represalias”.

 

La noticia refleja una problemática sociocultural marcada por la homofobia, el miedo y la moral conservadora. Bajo la apariencia de un conflicto de convivencia, se evidencia una fuerte discriminación hacia la homosexualidad, que se asocia con el peligro, la enfermedad o la desintegración moral de la comunidad. El lenguaje del artículo —con términos como “orgías”, “raros”, “costumbres”, “temor” o “bulto”— revela el discurso estigmatizador de la prensa que refuerza los prejuicios y legitima la persecución social de la diversidad sexual.

 

Así, el artículo refleja un momento histórico de conservadurismo moral en Tocopilla durante la década de 1980, cuando la prensa regional —vinculada a los discursos de orden y moral pública promovidos por el régimen— actuaba como instrumento de disciplinamiento social. En ese contexto, los medios amplificaban el miedo al “otro” sexual, reproduciendo estigmas hacia las disidencias y hacia los jóvenes que habitaban espacios de sociabilidad no normativos.

 

El uso del término “raros” para designar despectivamente a quienes no se ajustaban a las normas de género y sexualidad tradicionales funcionaba como estrategia discursiva de exclusión y patologización. A través de expresiones como “orgías”, “depravación” o “corrupción de menores”, el texto moraliza la sexualidad y legitima la vigilancia vecinal, instalando una frontera entre lo “aceptable” y lo “abyecto”.

 

De igual modo, la nota utiliza una sintaxis policial y rumorológica (“según versiones”, “algunos señalaron”, “se dice que…”), propia del periodismo efectista de la época, que mezclaba murmullo, denuncia y moralismo para sostener el orden social. A su vez, reproduce un pánico moral en torno a la juventud, el alcohol y el cuerpo, donde las mujeres era reducidas a figuras estigmatizadas —“prostitutas” o “corruptoras”— y los hombres homosexuales aparecen como una amenaza al tejido comunitario.

 

El discurso periodístico no solo vigilaba las conductas, sino que territorializaba el miedo, localizando la "desviación" en sectores urbanos específicos (“alto norte”, “pasaje Matta”) y reforzando la división entre lo “decente” y lo “indecente”. De este modo, la noticia funcionaba como instrumento que anticipaba formas de represión y vigilancia policial características de la dictadura.

 

Ese estilo de noticia legitimaba la intervención de las fuerzas del orden, naturalizando la persecución de las diferencias. Así, la prensa local se erigió como garante del orden y cómplice de la violencia simbólica y social ejercida contra las disidencias sexuales y los sectores populares marginados. 


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