La combustión de gas natural en plantas de ciclo combinado genera principalmente dióxido de carbono (CO₂) y óxidos de nitrógeno (NOₓ), mientras que las emisiones de dióxido de azufre (SO₂) suelen ser mucho menores, si el combustible es limpio y los controles adecuados están en operación.
Los óxidos de nitrógeno liberados pueden, junto con compuestos orgánicos volátiles y bajo la acción de la radiación solar, generar ozono troposférico. Este ozono a nivel del suelo resulta irritante para las mucosas oculares y respiratorias.
La exposición prolongada se asocia con inflamación, tos, dificultad para respirar (disnea), menor función pulmonar y agravamiento de enfermedades como el asma o la bronquitis crónica.
Aunque las plantas de ciclo combinado son más eficientes que las centrales a carbón, su impacto sanitario y ambiental persiste: siguen siendo relevantes para el calentamiento global y para la calidad del aire local, con efectos directos sobre la salud de las comunidades que circundan a estas instalaciones. Convierten el aire en un vector invisible de enfermedad.

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