miércoles, 23 de julio de 2025

VEREDA MASCULINA - INVISIBILIZACIÓN DE LA MUJER



 La imagen refleja un momento de vida urbana a principios de la década de 1930, en un contexto de modernización temprana, caracterizada por la expansión del comercio, el consumo y las clases medias en ciudades intermedias del norte de Chile. La Casa Guerra se presenta como una casa importadora con ventas al por mayor y menor, lo que demuestra una economía articulada a redes de intercambio global y una clientela diversa en términos de estrato social y necesidades de consumo.

El grupo de personas posando y transitando frente al local evidencia una sociedad jerárquica y masculina, donde los espacios públicos eran predominantemente ocupados por hombres —comerciantes, clientes, trabajadores—, mientras que las mujeres están ausentes o relegadas al interior de las tiendas. La escena sugiere también una performatividad de clase: algunos sujetos posan con sombreros, trajes o uniformes, evidenciando aspiraciones de estatus o roles diferenciados dentro de la estructura urbana comercial.

Uno de los aspectos más elocuentes de esta imagen es la ausencia visible de mujeres en el espacio público representado. Esta omisión no parece casual ni meramente anecdótica, sino que refleja una configuración de género profundamente arraigada en los imaginarios urbano, comerciales y mineros de la época. El espacio de la calle —y particularmente el de la fachada de una casa importadora— aparece como un escenario predominantemente masculino, ocupado por comerciantes, empleados y transeúntes varones que performan “autoridad”, visibilidad y agencia social.

Esta invisibilización de lo femenino en la esfera pública evidencia la lógica patriarcal del periodo, en la que las mujeres arbitrariamente eran relegadas a lo doméstico, o bien, su presencia en el comercio se restringía a funciones subordinadas o invisibilizadas dentro de los interiores de las tiendas. La fotografía, en este sentido, no solo muestra una ciudad material, sino también una ciudad de los roles, donde la feminidad fue oculta tras vitrinas, cortinas o muros, mientras la masculinidad ocupa de modo asimétrico y con soltura la vereda y el lente de la cámara.

Desde una lectura antropológica, la imagen también permite interrogar las normas sociales que regulaban la movilidad y la visibilidad de género, y cómo el comercio, el vestir y el espacio público funcionaban como dispositivos de diferenciación sexual y moral. Si bien es probable que muchas mujeres hayan sido consumidoras de los productos exhibidos (ropas, sedas, sombreros), su exclusión visual demuestra una barrera simbólica y política sobre quiénes podían o debían “estar” en el espacio público y ser parte del relato urbano oficial. 

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