La escena evidencia, en el año 1966, una articulación significativa entre paisaje urbano, infraestructura vial y actividad social, enmarcada en un contexto de geografía costera y topografía escarpada.
En primer plano, se observa a un grupo de niños sentados sobre la solera de la avenida Prat, transformada en un improvisado mirador hacia el mar. La imagen destaca por su marcada profundidad de campo, que permite una lectura simultánea del espacio inmediato y del entorno montañoso de fondo, donde se alza una cordillera árida.
Al centro de la composición se erige un edificio de dos pisos con arquitectura funcional y balcones cerrados por ventanales. Esta edificación, que desde la década de 1940 fue destinada al funcionamiento de la Aduana, adapta su morfología al terreno inclinado y se impone visualmente en la intersección de dos calles (Prat y Barros Arana) lo que evidencia su centralidad en la trama urbana. Al fondo, se distinguen postes eléctricos, líneas de transmisión y algunos vehículos, lo que sugiere una infraestructura de servicios consolidada para la época.
La disposición del edificio, que posee las logias abiertas al mar, el trazado del tendido eléctrico y la actitud expectante de los niños configuran una escena que revela la interacción entre lo cotidiano y lo estructural en un núcleo urbano definido por su geografía abrupta.
La imagen documenta formas de habitar y circular por el espacio urbano, donde se entrecruzan prácticas de espera, contemplación y sociabilidad, expresando modos populares de apropiación del entorno en una ciudad portuaria intermedia.
En suma, esta fotografía constituye no solo un testimonio visual de la morfología urbana de Tocopilla en los años sesenta, sino también un recurso analítico valioso para comprender las transformaciones infraestructurales, sociales y territoriales que acompañaron el ciclo de expansión portuaria en el norte de Chile.
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