El 10 de noviembre de 1922, un violento terremoto sacudió la provincia de Atacama. Con epicentro en las cercanías de Vallenar, la catástrofe dejó un reguero de escombros, casas colapsadas y sueños truncos. Entre los damnificados se encontraba la familia Gajardo Dolarea. La vivienda de adobe en las afueras de Vallenar quedó destruida, y con ello, también desaparecieron los medios de subsistencia que habían construido con esfuerzo a lo largo de los años. Sin tierra que cultivar ni oficios que ejercer en una ciudad en ruinas, tomaron la difícil decisión de emigrar.
La familia emprendió el viaje hacia el norte, impulsados por rumores de trabajo en las salitreras. Tras semanas de desplazamiento en tren y a pie, llegaron finalmente al cantón El Toco, en plena pampa. Allí fueron acogidos en la oficina salitrera Peregrina, una de las más activas del ciclo tardío del salitre.
En la pampa aprendieron a reconstruirse, a nombrar de nuevo la esperanza en medio del polvo salitroso. Y aunque el terremoto los había desarraigado, fue en Peregrina donde forjaron una nueva identidad como parte de la clase trabajadora del Norte Grande.
Foto 1: La familia sobre los escombros de su casa en Vallenar, 1922.
Foto 2: Reverso de la fotografia de 1922.
Foto 3: La familia en la salitrera Peregrina, 1924.
Foto 4: Mapa del cantón El Toco.
Archivos de Jorge Torres Toledo.
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