viernes, 9 de mayo de 2025

LO COTIDIANO

 


Una escena cotidiana y alegre: niños montan bicicletas por la calle 21 de Mayo, un poco antes de llegar a Anibal Pinto. Circulan bajo la atenta mirada de un adulto en un momento de esparcimiento y sociabilidad barrial.
Van dos niños y una niña montando bicicletas del tipo chopper o lowrider, muy populares entre los años 60 y 80. Estas bicicletas se caracterizan por sus manillares altos y curvos y asientos largos o con respaldo estilo "banana seat".
Estas bicicletas eran símbolos de estatus infantil y muchas veces se personalizaban artesanalmente.


Un solitario hombre joven posa de manera contemplativa en una playa de Tocopilla en 1947. Entre la relajación y un entusiasmo contenido, transmite una actitud de confianza y dominio sobre el espacio que lo rodea, instalado sobre la arena bajo un cielo brumoso.

Un hombre trabaja encaramado en una escalera de madera, realizando labores de cepillado sobre una estructura metálica que funciona como portón, probablemente en preparación para aplicar pintura o un recubrimiento anticorrosivo. La escena retrata un momento cotidiano del trabajo informal en contextos urbanos, sostenido por economías domésticas, saberes prácticos y oficios manuales transmitidos generacionalmente.
En su aparente simplicidad, este acto revela la silenciosa monumentalidad de las tareas invisibles: aquellas que configuran y mantienen el entorno construido sin figurar en los relatos oficiales del progreso urbano tocopillano.


Una mujer joven posa sentada sobre una baranda de concreto y fierro en la Plaza Condell de Tocopilla, un espacio donde la combinación de cemento, fierro forjado y vegetación era característica de los parques urbanos modernizados durante la primera mitad del siglo XX en el norte de Chile.
Viste una blusa con rayas diagonales en forma de “V” —posiblemente en tonos claros y oscuros alternados— y una falda oscura de largo medio. Lleva zapatos de tacón abiertos, lo que refuerza una estética femenina cuidada y formal, asociada a las décadas de 1950 o 1960.
Adopta una postura relajada, con las manos cruzadas sobre el regazo, una leve sonrisa y la mirada dirigida directamente a la cámara. Su pose transmite seguridad, comodidad y orgullo por su apariencia. La elección del lugar y la actitud de la retratada sugieren que la fotografía fue tomada con una intención de recuerdo significativo o representación personal.


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