En contextos escolares, todo acto simbólico deja huella. La introducción de cuchillos, bayonetas u otras armas blancas como parte de ceremonias de homenaje a las Fuerzas Armadas en establecimientos educacionales no puede entenderse como un gesto inocente. Muy por el contrario, representa un preocupante síntoma de normalización de la violencia en espacios que debieran ser, ante todo, de resguardo, educación crítica y cultura de paz.
Cuando niñas y niños observan que se ensalzan objetos cortopunzantes como parte del repertorio patriótico por orden del profesor, el mensaje transmitido va mucho más allá del protocolo ceremonial: se valida la presencia de instrumentos de violencia como símbolos de honor, respeto y pertenencia nacional. Este tipo de actos no solo contradicen los principios fundamentales de la convivencia escolar, sino que pueden abrir la puerta a representaciones militarizadas de la historia, del poder, del deber ciudadano y propicia una psicología fascista.
En sociedades marcadas por la violencia estructural, el acceso desigual a la justicia y altos índices de violencia de género, escolar o policial, resulta especialmente grave que profesores introduzcan rituales armados en los patios escolares. La escuela debe ser un espacio de formación crítica, no de reproducción simbólica de la guerra o la obediencia ciega. En lugar de formar ciudadanos conscientes, se corre el riesgo de formar sujetos acríticos que internalicen la idea de que las armas son legítimas en la construcción del orden social.
El uso de cuchillos en homenajes no solo banaliza la violencia, sino que invisibiliza alternativas más humanas y democráticas para recordar la historia.
Es necesario repensar urgentemente estos gestos y recuperar una pedagogía de la memoria y la ciudadanía basada en valores de no violencia, justicia y reflexión ética.
Los militares no deben estar en las escuelas con sus discursos de odio y “superioridad”.
*Fotos: una recreación en homenaje a Prat (20 de mayo de 2025); al lado, una noticia aleatoria sobre la violencia en las escuelas.
En sociedades marcadas por la violencia estructural, el acceso desigual a la justicia y altos índices de violencia de género, escolar o policial, resulta especialmente grave que profesores introduzcan rituales armados en los patios escolares. La escuela debe ser un espacio de formación crítica, no de reproducción simbólica de la guerra o la obediencia ciega. En lugar de formar ciudadanos conscientes, se corre el riesgo de formar sujetos acríticos que internalicen la idea de que las armas son legítimas en la construcción del orden social.
El uso de cuchillos en homenajes no solo banaliza la violencia, sino que invisibiliza alternativas más humanas y democráticas para recordar la historia.
Es necesario repensar urgentemente estos gestos y recuperar una pedagogía de la memoria y la ciudadanía basada en valores de no violencia, justicia y reflexión ética.
Los militares no deben estar en las escuelas con sus discursos de odio y “superioridad”.
*Fotos: una recreación en homenaje a Prat (20 de mayo de 2025); al lado, una noticia aleatoria sobre la violencia en las escuelas.
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