jueves, 18 de enero de 2024

EL ESCRITOR ANTONIO ACEVEDO HERNÁNDEZ EN COBIJA

 

El escritor chileno Antonio Acevedo Hernández caminó por Cobija en los estertores del segundo quinquenio de la década de 1920, allí pudo indagar en lo que llamó “la ciudad muerta”, aunque dijo que el territorio estaba poblado por una comunidad de pescadores, “varias otras personas sin calidad definida y dos ancianas señoras ya identificadas con el desierto”, quienes tenían una posada para los mineros en la antigua calle del Beni.
Acevedo comenta que, en aquel entonces, Cobija contaba con un gran muelle que se empleaba para el embarque de metales y que incluso era un lugar completamente rayado con inscripciones pasionales de los que circulaban por aquel atracadero. Señala que Cobija recibió la visita de un circo perteneciente a los hermanos Beltrán: “al golpe de fanfarria; a su llamado, los mineros salieron del fondo de la tierra, acudieron los pescadores, los hombres y las mujeres de todo el girón”. El cronista señala que “hacía mucho tiempo que la alegría no acariciaba con su fugacidad al pueblo que tiene muchas ganas de reír”.
Lamentablemente para los circenses, tuvieron que dejar a una hija muerta sepultada en el cementerio de Cobija. Un doloroso tributo “que se le puede exijir a un padre, aunque sea payaso”.
Después de la crisis minera de 1921, la localidad de Cobija devino en un espacio de archivos materiales dispersos y por sobre todo con un cementerio profanado.
Hacia 1952, un diario boliviano comentó: “Hoy solo pueblan el puerto de Lamar algunos buscadores de entierros que viven como nómadas, entre medio de las breñas o bajo aleros improvisados construidos con materiales ligeros, de sombras de tarros bencineros, papel y sacos”.

Antonio Acevedo


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