Fotografia (c) Archivo Jean Marc Frybourg
Sin
duda que uno de los sellos viales patrimoniales en el norte de Chile, lo constituye el FCTT y todas las
instalaciones que de ella subyacen. Testigo de la vida de miles de tocopillanos,
viejos fierros que remontan sus orígenes a la explotación del mineral no metálico el
salitre; fertilizante agrícola que,
curiosamente, surge en el desierto más árido del
mundo.
La vida de este único ferrocarril
salitrero del mundo comienza con la transacción realizada entre el gobierno
chileno y el súbdito británico Edward Squire el 12 de mayo de 1883 que, al
finalizar la Guerra del Salitre surge como medida de reorganización de la
explotación salitrera de la pampa del Toco. Entre los principales términos de
esta concesión se autorizaba la construcción de un ferrocarril entre la pampa y
el puerto de Tocopilla, si bien la ley que lo oficializó fue promulgada en el Diario Oficial
recién el 23 de enero de 1888. “se
concedía (…) también el uso de terrenos fiscales necesarios para la
construcción (de) vías, estaciones,
muelles y el uso de los caminos públicos que atravesaran las líneas, siempre
que no perjudicaran el transito”. [1]
Según Espejo[2], “Mientras
se realizaban los primeros trabajos de planificación de la línea y de la
oficina salitrera que se levantaría, se funda en Londres
el 28 de marzo de 1888 la sociedad anónima “Anglo-Chilean Nitrate &
Railway Company, Limited.”,
con un capital de un millón de libras. En octubre comienza su elaboración la
nueva Oficina “Santa Isabel”, punto de término del ferrocarril…”. El
encargado de la obra fue el ingeniero chileno Manuel Ossa Ruiz[3]
La línea fue proyectada desde el puerto hasta la pampa siguiendo el curso de la quebrada Barriles, sorteando muchísimas curvas, algunas de hasta 55 m de diámetro y con una gradiente máxima de 4,1 %; es decir cada un kilometro, la línea de eleva cuarentaiuno metros. Y su altura máxima la alcanzó en la estación Ojeda llegando a los 1.495 m.s.n.m., desde allí iniciaba un lánguido descenso hasta El Toco y Santa Isabel, en el kilómetro 88. “La línea fue construida con una trocha de 3’6’’ (1,067 m), y originalmente con rieles de un peso de 24 kilógramos por metro.” [4]
La línea fue proyectada desde el puerto hasta la pampa siguiendo el curso de la quebrada Barriles, sorteando muchísimas curvas, algunas de hasta 55 m de diámetro y con una gradiente máxima de 4,1 %; es decir cada un kilometro, la línea de eleva cuarentaiuno metros. Y su altura máxima la alcanzó en la estación Ojeda llegando a los 1.495 m.s.n.m., desde allí iniciaba un lánguido descenso hasta El Toco y Santa Isabel, en el kilómetro 88. “La línea fue construida con una trocha de 3’6’’ (1,067 m), y originalmente con rieles de un peso de 24 kilógramos por metro.” [4]
Contemplando el perfil de la
gradiente concerniente en el tramo de la cordillera costeña, veremos que en
desde Tocopilla se posee una elevación que alcanza los 16 metros. En Estación
Reverso, se llega a los 242 metros de altura. En el sector Carmelita, el
trayecto asciende a 420 metros. En Estación Quillagua, en donde existen dos
vetustos estanques de agua, la altura se eleva por los 597 metros. Desde allí
el trazado ferroviario electrificado llega hasta Barriles, alcanzando los 1.001
metros. En sector El Tigre la ruta llegó hasta los 1.295 metros de altura sobre
el nivel del mar.
La inauguración oficial de este ferrocarril
montañoso se efectuó el 15 de noviembre de 1890. Miles de trabajadores chilenos
y antiguos esclavos chinos coolies del
Perú estuvieron trabajando en escarpados barrancos, angostas quebradas, donde
las caídas, explosiones y
derrumbes provocaron muchas muertes.
Antes de la inauguración, las obras fueron visitadas por el mismísimo
Presidente de Chile José Manuel Balmaceda el
13 de marzo de 1889.
La presencia del ferrocarril da pie a una
seguidilla de acontecimientos: viabiliza el establecimiento de nuevas oficinas y
la producción de éstas sustenta el crecimiento de la línea, así se abren nuevos ramales: “…en 1895 a “Peregrina”, de la propia Anglo Chilean,
y ese mismo año el ramal a “Santa Fe”
pasando por “Buena Esperanza” e “Iberia”, a lo largo del cual se
levantarán en la próxima década las oficinas “Empresa”, “Rica Aventura”,
“Grutas” y “Prosperidad”. En 1910 la Anglo Chilean,
como parte de la instalación de la gran oficina “Coya”, comienza la construcción de un ramal de
31 kilómetros que parte desde la estación El Toco”[5].
En 1899 el Ferrocarril traslada
215.475 toneladas de carga y 20.025 pasajeros, que en 1909 han aumentado a
307.919 toneladas y 45.512 personas.
En lo concerniente a las
locomotoras, las primeras fueron las de
origen inglés; construidas por la famosa firma Kitson & Co, estas eran
máquinas a vapor. Sin embargo, hubo
otros modelos fabricados por Manning
Wardle & Co, Yorkshire Engine Co., Kerr Stuart & Co. Pero
las que más predominaron fueron las de Kitson & Co.
En
el periodo de 1888 y 1927, trabajaron, ya sea en la construcción misma de la
vía férrea en sector de la cuesta, como
en el transporte del nitrato, 37 locomotoras a carbón.
En
1927 hubo una renovación bastante sustantiva; se optó por electrificar el
convoy y para ello hubo que realizar una alta inversión en cuanto a tendidos
eléctricos y renovar completamente las locomotoras. Las nuevas maquinas fueron
fundadas en el condado de Schenectady en el Estado de Nueva
York, maquinarias especialmente elaboradas para el Ferrocarril de Tocopilla al
Toco por la Compañía General
Electric. El reemplazo de las antiguas maquinarias a vapor Kitson-Meyer fue
relevante para cubrir el tramo entre el puerto y El Tigre, ideales y óptimas
para superar la gran pendiente determinada por la Cordillera de la Costa.
Se elaboraron siete maquinarias,
las que fueron enumeradas desde 601
hasta 607, cada una de ellas poseen un peso de sesenta toneladas.
En
nuestros días, la electrificación llega hasta la Estación Barriles, en donde el
convoy de Tocopilla retira la carga dejada por
el convoy diesel proveniente de
la oficina salitrera María Elena.
Al
finalizar la década de la renovación del ferrocarril, comenzaban a llegar
antecedentes sobre la grave crisis económica mundial, ante ello la empresa se
constituye como sociedad anónima bajo la
denominación de Compañía Salitrera Anglo Chilena. Aquello era esencial para la incorporación a
la nueva institucionalidad reactiva a la crisis, la COSACH, en el sentido de
empresa subsidiaria. Aquella denominación duró hasta la fusión con The Lautaro
Nitrate Company Limited, originándose así la
Compañía Salitre Anglo Lautaro.
Sobre
sus aspectos, cromáticos las locomotoras, primitivamente eran café y relucían
en blanco con la sigla FCTT. Con el correr de los años pasaron al salmón, para
que, en la década del 90, ya siendo parte de Sociedad Química y
Minera de Chile. Luego, debido a
las reestructuraciones de la empresa el ferrocarril pasó a depender de la
subsidiaria Servicios Integrales de Tránsito y
Transferencias Ltda., siendo hasta hoy propiedad de SQM, a esos colores se
le agrega una franja blanca y azul. Con el cambio de milenio, los colores mutan a verde y azul con franjas azules y albas a los
costados. Asimismo surgen nombres destinados a cada locomotora: 601,
llamada Andrea[6], la locomotora 603 mencionada como Mario Beroíza, la maquinaria 604 mencionada como
Viviana, la número 606 invocada como Evelyn
y la maquinaria 607 denominada como Alejandra[7].
Lamentablemente
la historia de este ferrocarril también ha estado expuesta a hechos dolorosos,
siendo un poco más de un decena las que, arrolladas accidentalmente, han
encontrado la muerte en el largo trayecto que posee este gigante de fierros.
Entre
las jornadas infaustas más recordadas, está el accidente ocurrido el 31 de
agosto de 1948, en donde fenecieron tres operarios, Florentino Riveros, de 19
años de edad; Juan Díaz Egaña de 31 y
Rogelio Segovia de 35 años de edad. El
suceso sobrevino en las cercanías de la Estación Barriles, a la altura del
kilometro 22. Al decir del diario La Prensa[8] “…el tren de carga había partido el viaje a la estación a las 12:03
Pm., y a contar del kilometro 24 el palanquero dio cuenta de que algo –extraño- ocurría en la maquina eléctrica, pues la velocidad aumentaba
rápidamente a pesar de que se entraba en zona de las curvas. Luego por los
efectos de la misma velocidad, una gran nube
de tierra se formó alrededor del convoy lo que impidió la visibilidad. Los palanqueros, seguros ya
que el maquinista Juan Díaz no podía
controlar los frenos de aire, aplicaron vigorosamente las palancas de los
carros, tarea infructuosa, pues el tren corría a gran velocidad. Al llegar al
kilometro 22, según se deduce, la maquina saltó de los rieles hacia el lado
derecho y dio el primer choque contra los postes de madera de la
electrificación. Luego la maquina se estrelló contra el cerro, por el mismo
lado, y desvió hacia el terraplén de la quebrada, donde quedó atajada con rocas
y montones de tierra y fierros retorcidos, y atravesada a la orilla del
barranco por un milagro de equilibrio. Los carros del convoy fueron lanzados en diversas direcciones”.
En síntesis, FCTT es una obra de ingeniería maestra que desafió a los gigantes cerros locales. Una obra que es digna de admiración desde todo el mundo. Hoy, ya iniciando la segunda década del siglo XXI, es impresionante seguir escuchando esas antiguas locomotoras durante las 24 horas, persistiendo en el tiempo, persistiendo en su andar ruidoso, entre campanas y fierros, entre carruajes que siguen ese vaivén que contempla al puerto desde grandes alturas y peligrosidades de la ruta.
[1] Collao (2001)
pág. 109.
[2] Patricio
Espejo Leupin en “Historia del Ferrocarril” en www.Amigosdeltren.cl
[3] Hijo de José
Santos Ossa, poseía la experiencia de haber participado en la construcción del
ferrocarril que unió a Osorno y Pichiropulli. Una
de sus más importantes obras fue la construcción del ferrocarril de Arica a La
Paz, obra inaugurada el 13
de mayo de 1913.
[4] Espejo (2005)
[5] Ibídem. Pág.
3
[6] Las
maquinarias 602 y 605 ya no existen debido a dos graves accidentes.
[7] El nombre de
las locomotoras tiene que ver con las cónyuges de los gerentes de la compañía.
Salvo el caso de la locomotora “Mario Beroíza” que hace mención a un antiguo
maquinista fallecido.
[8] La Prensa de
Tocopilla 1 de septiembre de 1948.
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