sábado, 25 de octubre de 2025

SUBJETIVACIÓN NEOLIBERAL

 El fascismo puede entenderse no solo como una forma política autoritaria del siglo XX, sino como una posibilidad estructural y una lógica identitaria que habita en el sujeto contemporáneo bajo los escenarios del neoliberalismo. 

El fascismo no se trata de un simple residuo o nostalgia histórica, sino de una respuesta subjetiva frente al actual colapso del lazo social y la imposibilidad de tramitar la pérdida, la precariedad y de tramitar la alteridad que se presenta, incluyendo la captura del significante “libertad” con una siniestra impostura. 

 

En contextos donde el individuo es reducido a una figura aislada, incierta, autorreferente y obligada a autogestionarse sin mediaciones simbólicas (en “capital humano” “resiliente” “jefe de sí mismo” “autoayudado” “gestor de sí mismo”, etc.) emerge una modalidad de goce identitario que canaliza la angustia y la bronca mediante identificaciones paranoicas, orientadas a la exclusión o eliminación del otro. Un miedo a lo heterogéneo. 

 

El fascismo, en este sentido, no se limita a un régimen político, sino que se manifiesta como una forma de subjetivación reactiva, que ante el exceso de incertidumbre, malestar y precariedad, apela a certezas autoritarias, fantasías de orden y pulsiones de odio hacia lo diferente, lo que viene acompañada por la desinhibición de la crueldad, la brutalización y animalización del otro, del "enemigo interno".

 

Así, en estas derivas se convierte a la fractura del lazo social y a la soledad estructural en un terreno fértil para los (des)afectos violentos, segregacionistas, excluyentes y suicidas. 

 

Lamentablemente, el fascismo triunfa con el apoyo de los mismos que serán dañados.




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