lunes, 4 de agosto de 2025

NEGACIÓN DE LA ELECTROMOVILIDAD



El ferrocarril fue inaugurado en 1890 como infraestructura clave para el transporte de salitre entre la pampa y el puerto de Tocopilla. En 1927, este medio de transporte fue pioneramente electrificado, constituyéndose en un hito como proyecto de electromovilidad vinculado a la minería a nivel internacional. Esta innovación permitió un tránsito más eficiente y menos contaminante, y se mantuvo operativa durante casi nueve décadas. A pesar de los daños sufridos por el aluvión del 25 de julio de 1940, el sistema ferroviario eléctrico fue prontamente reparado y continuó funcionando hasta el 9 de agosto de 2015, cuando un nuevo aluvión provocó su colapso definitivo.

Paradójicamente, en el contexto actual donde los discursos sobre la transición energética, la descarbonización y la electromovilidad dominan las agendas globales, la empresa SQM —uno de los mayores actores del extractivismo en Chile— ha optado por abandonar el uso del ferrocarril eléctrico. En lugar de restaurar esta histórica infraestructura sostenible, SQM ha decidido emplear transporte terrestre basado en combustibles fósiles: diariamente, cerca de 200 camiones diésel descienden desde María Elena hasta Tocopilla para trasladar nitrato. 

Esta decisión representa un claro retroceso en términos de sostenibilidad y contradice los compromisos públicos de la industria con la electromovilidad. Se trata de una paradoja flagrante: mientras se exporta litio y otros minerales estratégicos como insumos para una “transición verde” global, se profundiza la dependencia local del diésel y se desmantela una experiencia temprana de transporte eléctrico industrial que podría haber sido rehabilitada como patrimonio tecnológico y ambientalmente responsable.


(c) Gubler. 


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