La solidaridad del Doctor Rendic, supera lo márgenes territoriales de Antofagasta. Bien lo sabe Tocopilla que, en un periodo aciago, supo de sus bondades humanas y profesionales.
Corría 1932 y el Norte de Chile seguía abatido por el impacto de la Gran Depresión iniciada en EE.UU. Tocopilla uno de los principales puertos salitreros, recibía a gran parte de los enganchados que bajaban de la pampa y que trataban de volver a sus tierras después del los veloces cierres de las oficinas salitreras. Se sumaba a la cesantía el desabastecimiento y el encarecimiento de la vida producto de la inflación de precios. El bajo presupuesto existente en Chile fue destinado a la conformación de una institución de carácter asistencialista en una situación desesperada, que por otro lado también buscaba frenar las pasiones y peticiones justas de los obreros indigentes: La “Olla del Pobre”. La cifra de las personas socorridas por la Olla del Pobre fue de 14.292, cifra significativa en una población de 18.500 habitantes.
La Gobernación tocopillana contaba con la ayuda logística del Comité de Cesantes, grupo que coordinaba las erogaciones y la distribución de estas. Esta agrupación de hombres del Comité eran de gran connotación social para la ciudad, tales como el mismo Alcalde Juan Daniel Ruiz, Mariano Serrano, Benedetto Schiappcasse, Ignacio Rencoret, Mr. Boyton, Carlos Bañados, entre otros.
Una institución importantísima dentro de este contexto asistencial, pero también loable en esta labor, fue el Patronato de la Infancia, centro que estuvo a cargo de la señora Ester Droguett desde 1927, año de la fundación de esta institución. La Prensa de Tocopilla titulaba en abril de 1932 “Pese a su crítica situación el Patronato de la Infancia continua desarrollando su altruista labor (…) las damas que componen la sociedad de Patronato sigue dando un gran ejemplo de su altruismo atendiendo con abnegación i entusiasmo la olla de la infancia, en donde también concurren números ancianos demacrados y hambrientos...”. En primera instancia, como indica el nombre de la institución, la implementación de la olla en este lugar era destinada a la infancia, no obstante frente a la gran demanda tuvo que acceder a romper dicha destinación, y tuvo que auxiliar a muchos abuelos famélicos.
Este Patronato, en el mes de marzo de 1932, proporcionó a la ciudad 67.708 raciones, de las cuales 44.368 fueron destinadas para niños de 3 a 14 años y el resto se distribuyó entre guaguas, hijos de viudas (como señala el diario) niños enfermos y ancianos. Y todos los días jueves se repartían 1.006 tarros de leche. También recibían ayuda “…los hijos de cesantes que viven en las minas y que por la distancia no podían ir a la olla”.
También la ayuda y donaciones a esta institución fueron permanentes, viniendo de la mano de la Anglo Chilena, de la Compañía Wacholtz y Alessandri Limitada y también de las variadas panaderías. Muchos particulares realizaban donaciones a este organismo, desde pan hasta vitrolas para que fueran puestas a la venta o rifadas, tal como sucedió con las donaciones de la Filarmónica de Toco.
La Gobernación tocopillana contaba con la ayuda logística del Comité de Cesantes, grupo que coordinaba las erogaciones y la distribución de estas. Esta agrupación de hombres del Comité eran de gran connotación social para la ciudad, tales como el mismo Alcalde Juan Daniel Ruiz, Mariano Serrano, Benedetto Schiappcasse, Ignacio Rencoret, Mr. Boyton, Carlos Bañados, entre otros.
Una institución importantísima dentro de este contexto asistencial, pero también loable en esta labor, fue el Patronato de la Infancia, centro que estuvo a cargo de la señora Ester Droguett desde 1927, año de la fundación de esta institución. La Prensa de Tocopilla titulaba en abril de 1932 “Pese a su crítica situación el Patronato de la Infancia continua desarrollando su altruista labor (…) las damas que componen la sociedad de Patronato sigue dando un gran ejemplo de su altruismo atendiendo con abnegación i entusiasmo la olla de la infancia, en donde también concurren números ancianos demacrados y hambrientos...”. En primera instancia, como indica el nombre de la institución, la implementación de la olla en este lugar era destinada a la infancia, no obstante frente a la gran demanda tuvo que acceder a romper dicha destinación, y tuvo que auxiliar a muchos abuelos famélicos.
Este Patronato, en el mes de marzo de 1932, proporcionó a la ciudad 67.708 raciones, de las cuales 44.368 fueron destinadas para niños de 3 a 14 años y el resto se distribuyó entre guaguas, hijos de viudas (como señala el diario) niños enfermos y ancianos. Y todos los días jueves se repartían 1.006 tarros de leche. También recibían ayuda “…los hijos de cesantes que viven en las minas y que por la distancia no podían ir a la olla”.
También la ayuda y donaciones a esta institución fueron permanentes, viniendo de la mano de la Anglo Chilena, de la Compañía Wacholtz y Alessandri Limitada y también de las variadas panaderías. Muchos particulares realizaban donaciones a este organismo, desde pan hasta vitrolas para que fueran puestas a la venta o rifadas, tal como sucedió con las donaciones de la Filarmónica de Toco.
Dentro de todas las gestiones que realizó el Patronato, una de las más requeridas fue la visita del doctor Antonio Rendic, quien atendió a decenas de niños enfermos y debilitados por la hambruna. Como así también a muchos intoxicados por la baja calidad del agua o por los alimentos crudos. Su atención también se oriento a los afectados por la pediculosis, la tos convulsiva, el coqueluche, la difteria, el tifus exantemático, la erisipela, la escarlatina, sarampión y alfombrilla.
Para llegar a Tocopilla, debía superar un largo viaje desde Antofagasta, el cual superaba las 14 horas, debido a lo confuso y arenoso del camino. Su paciencia era mayor con tal de socorrer a los menesterosos del puerto salitrero.
La impronta de Rendic en este puerto salitrero, fue significativa. Muchos se lo agradecían, principalmente el Patronato de la Infancia, siendo este ultimo el lugar en el cual atendió en abril de 1932: en Calle Sucre esquina Cienfuegos. No siendo escasos los recorridos por las Poblaciones Obreras: El Salto, Villa Esmeralda, Pampa Este y Ciudad Perdida. Poblaciones insalubres y desde donde provenían la gran cantidad de afectados.
Este joven médico, llevaba por lo menos 11 años ejerciendo su profesión y ya se diferenciaba por su apostolado altruista. Siendo un magnánimo que destacó por su aliento de servicio, que derrochó sin ostentaciones ni vanidad, con el acatamiento, quizás a un destino, del que nació para ayudar. Y en definitiva, en Tocopilla fue realmente el Medico de los Pobres.

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