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Centro chino en Tocopilla, ubicado en calle 21 de mayo. |
En la costa correspondiente al actual norte de Chile, la inmigración inicial de chinos está promovida por los Coolies[1], quienes llegaron como esclavos en grandes oleadas a través de barcos mercaderes, en el tránsito de la segunda mitad del siglo XIX. La extracción del guano los conglomeraría en las costas del sur peruano. En el sector de Tocopilla, especialmente en la caleta Paquica[2], ha sido posible encontrar verdaderos cementerios de chinos, cerros con ataúdes misérrimos y roñosos que reflejan sus vidas y sus muertes.[3]
El gobierno peruano en 1849 autorizó la inmigración de chinos Coolies embarcados en Cantón y también en Macao, a través de la llamada “política de consignaciones”, muchos de ellos muriendo en altamar por las insalubres condiciones de su viaje.[4] Una vez llegados a Perú, este horrendo tráfico humano terminaba su viaje en las guaneras más frondosas, tales como Paquica, Patillos, Guanillos del Norte, Pabellón de Pica y Caleta Lobos, todas ubicadas en el camino costeño que une Iquique con Tocopilla. Lo que era un buen negocio para algunos, para miles de chinos las guaneras fueron su devastación; allí, colgados con cables y cordeles sobre andamios desmejorados, puentes colgantes, trabajaban todo el día, de sol a sol. Cada chino cargaba un capacho en su espalda. Luego, los cerros con sus cuevas e improvisadas pocilgas, los esperaban como dormitorios, sufriendo el hambre, el frío y el cansancio por el exceso de trabajo. Posteriormente, los chinos fueron utilizados como avanzadas del ejército chileno en la Guerra del Pacifico[5] y en Tocopilla muchos fueron utilizados en la construcción del ferrocarril salitrero, inaugurado en 1890, obra titánica en donde los chinos realizaron los trabajos más riesgosos y pesados; colocación de dinamitas, cargas, elaboración de zanjas, entre otras labores que resultaron mortales.
En el pleno siglo XX, sobre todo en la década del treinta, la presencia china en las localidades del norte era significativa, lo que se hacía notar especialmente en Iquique. Esta migración fue más expresiva a partir de 1931, lo que podría haberse motivado por la invasión de Japón a China, a partir de la cual se configuró un gran éxodo. La presencia china se acompañó del surgimiento de una mirada autóctona de desprecio y rechazo, debido a que para algunos tocopillanos estos inmigrantes podían, potencialmente, “degenerar” la llamada “raza chilena” [6]. Los que realmente riñeron con estos inmigrantes fueron los tocopillanos pertenecientes al comercio establecido, ya que los orientales comenzaron a instalar negocios ligados con la venta de carne o con la venta de comida, amenazando, a través de la competencia, las ventas del comercio local.
Cabe decir que los chinos, alrededor de la misma década merodeaban el sector del Matadero Municipal[7] recogiendo las sobras del faenamiento de los animales para la obtención de la carne, es decir, las guatas, las chunchules, las cabezas, las lenguas, las patas, los corazones o los hígados, y una serie de los llamados mondongos[8] Todo lo que sobraba o bien, lo que no era “digno” de comer en la época. Esas “sobras” o excedentes una vez recogidos, eran ofrecidos en pobres carretones[9] por el sector mísero e infausto llamado Manchuria.[10]
Tales impulsos en la inmigración, hicieron que el Alcalde de Tocopilla, Sr. Luis Cárcamo, en junio de 1931, exigiera a la Intendencia de Antofagasta el establecimiento de un severo control sobre los asiáticos, como así también tratar de evitar derechamente la afluencia de los cantoneses que, según Cárcamo, a diario llegaban masivamente a la ciudad: “Estos ciudadanos chinos son un peligro ante la raza, pueden degenerarla a través de la insalubridad en la venta de carne, además de su afición por el juego. (…) Es de esperar medidas correctivas antes estos foráneos que perjudican a nuestra población”.[11]
Esta mentalidad, hija de su período, no se alejaba mucho a lo que el Estado pregonaba en cuanto al concepto de migración, el menos así lo explicitaba en el Diario Oficial del 24 de noviembre de 1880, en el que “se considera inmigrante libre (…) a los estranjeros de orijen europeo o de los Estados Unidos (…) que siendo menos de cincuenta años i acreditando su moralidad i aptitudes…”. [12]
A este grupo migratorio los requerimientos eran mayores al momento de ingresar al país (como, por ejemplo, el poseer cierta cantidad de dinero). Además, en el comienzo del siglo XX, se les exigía un examen médico, el cual daba píe a un “pasaporte sanitario”, prontamente, alrededor de los años veinte, se les solicitaba un documento a cargo de autoridades chinas quienes debían certificar conducta, examen médico y vacunación. Esto se debía a que aparentemente los chinos eran considerados como potenciales portadores de plagas y enfermedades. En 1930 a todos los chinos, para que lograsen ingresar al país, se les requería la suma de 300 dólares como garantía. Esta suma debía ir a nombre de la delegación china en Santiago, pudiendo el migrante retirar este dinero una vez instalado en el país siempre y cuando pudieran probar que poseían trabajo. Una vez retirado el dinero era utilizado, generalmente, como un capital inicial de los negocios regentados por la colonia China. Esta última práctica enfadaba no sólo a los comerciantes tocopillanos, sino que también a los de Iquique y Arica.
Pese a las hostilidades, la gran comunidad china residente en Tocopilla se fue organizando y en 1928 funda el gran Centro Chung Hwa, cuyo primer presidente fue el señor Juan Chang. Prontamente, en el año 1933, construirían una gran casona, ubicada en la calle 21 de Mayo. El ejemplo de emprendimiento demostrado por los chinos es sorprendente, quizás aplicando una lógica confucionista en cuanto a generar ahorros y a la vez en la búsqueda de generar reconocimiento y legitimidad social. Su acumulación financiera, en base a la fuerza de su trabajo, dio pie a la filantropía manifestada ya en la década de 1940. Así lo dejó en constancia el Gobernador Pedro Muñoz Rojas en diciembre de 1943, cuando agradecía el cheque entregado para el Comité Pro Pascua de los Niños Pobres. Entre otras palabras afirmaba que: “Permítame señor Presidente del Centro Chung Hwa, testimoniarles una vez más el reconocimiento de gratitud hacia su institución, ya que siempre ha estado atento a las peticiones de esta Gobernación, contribuyendo gustoso y ampliamente a cuánta obra de bien se ha iniciado en la ciudad, siendo un ejemplo para las demás instituciones …”. [13]
En este sentido, de simples distribuidores de carne, muchos orientales se transformaron en personajes pudientes en el contexto local. Un caso de acumulación lo representó el inmigrante chino Santiago Chiong, quien construyó en 1932 un gran local para instalar su almacén especializado en la venta de carnes configurándose como uno de los principales proveedores de la pampa salitrera en la década del treinta. Desde aquellas fechas, el local adquirió la preferencia de los tocopillanos.[14] Otro caso lo representó el Sr. Chau quien levantó un edificio e instaló un restaurant, un prostíbulo, dos peluquerías y cabaret con una gran pista de baile denominada “El Asia”, lugar icono de la bohemia nocturna en la década del cuarenta.[15]
La colonia china, podemos afirmar, fue la que sufrió las mayores restricciones en el proceso de inmigración, fruto del prejuicio y la hostilidad expresada desde los vecinos hasta los políticos, existiendo proyectos de ley que directamente atacaban y buscaban cerrarles las puertas. Uno de los más recordados es el proyecto del diputado Malaquías Concha en 1906, que en su articulo Nº1 expresaba abiertamente que, “queda prohibida la inmigración en el país de individuos de raza amarilla o mongólica o etiópica”.[16]
Aún en estos pesares, el impulso de la inmigración china logró consolidarse en el devenir de la historia local. Pero no sólo contra los comerciantes tenían que lidiar los chinos, sino también con los grupos de teatro, quienes los trataban despectivamente y se burlaban a destajo de los orientales, ya sea por rasgos faciales, por asuntos del habla y sobre el supuesto problema higiénico de sus negocios y viviendas. En junio de 1932 el Presidente del Centro Chung Hwa, Juan Chang se quejaba ante el Gobernador y por el diario La Prensa de Tocopilla en contra del grupo de teatro “Los Criollos”, conjunto formado por empleados y obreros cesantes, ante lo cual exponía en una carta: “El grupo los criollos (...) llevó a escena un monólogo recitado por el señor Macaya, y que se titulaba Chung Hwa i aparte de este, repitió varios otros por el estilo, totalmente fuera de programa, imitando en forma maliciosa nuestro idioma (...) siempre se ha desempeñado igual acto en el teatro, no siendo la primera vez, i se ofenda así paisanos chinos i junto con ello a la colonia que presido. Este denuncia busca detener lo que ridiculiza ofende y menoscaba nuestra dignidad de ciudadanos chinos respetuosos de este país…”. [17]
De este modo, el pasar de los chinos seguía siendo hostil, pero esto no era exactamente lo determinante a la hora de conglomerarse y recíprocamente auxiliarse, ya que para muchos de los tocopillanos, pese a las circunstancias, los chinos “fueron caracterizados por ser personas unidas y solidarias”. [18]
Ejemplos de chinos emprendedores y comerciantes son Guillermo Chang, quien instaló el almacén “San Pedro” en calle Bolivar. Arturo Tang nació en Cantón llegando a los 17 años a Iquique trasladándose al poco tiempo a Tocopilla. Tuvo una carnicería, administró “El Asia”, y tuvo la tienda “Victoria” en calle 21 de Mayo casi esquina Bolívar. Alfredo Cam llegó al Perú en donde se transforma en comerciante pero en Tocopilla vivía una hermana quien lo manda a llamar. Una vez en el puerto, instala una verdulería, y diversifica su negocio hacia los alcoholes y carnicería mayorista con clientela en la pampa. Una vez consolidado en el comercio, abre la tienda “La Perla”. Kai Lau Chau instala un almacén con ventas de abarrotes y diversidad de víveres. Aquellos fueron sus primeros pasos para instalar una carnicería en la avenida Diagonal. Felipe Jaug instaló un almacén en Sucre esquina Freire llamado “Don Felipe”, también sería una botillería.
Los descendientes de la primera generación de chinos netos, crearon el Centro de Hijos de Chinos, llamado Cheng Ning Hui. En la caracterización de sus labores, como hemos evidenciado, predominaron la venta de carnes y los restaurantes. Las familias que marcaron presencia fueron los Lay, Tang, Loo, Cam, Max, Chong, Chang, Chia, Chiang, Kong, Kam, Lau, Anch, Hafon, Ypung, Yap, Chong ku, Gam, Han-Shing, Kam.
La figura de la donación fue otra forma de obtener legitimidad y reconocimiento social. Un hecho recordado fue la donación de un parque de juegos infantiles por parte de Arturo Chau Ly. “Ante numeroso público y con la asistencia de las autoridades fue inaugurado ayer el parque de juegos infantiles Arturo Chau Ly”. Titulaba La Prensa de Tocopilla, en el corte de cintas en las afueras del Estadio Municipal. En aquel acto, las palabras del ciudadano chino fueron las siguientes: “Vinculado a este pueblo por muchos años de permanencia en él, vinculado a una familia chilena por lazos de sangre, ya que mi mujer y mis hijos son chilenos he querido obsequiar estos juegos a los hijos del pueblo de Tocopilla. Quiero en esta forma agradecer en parte el afecto y la hospitalidad que debo al pueblo de Chile” Arturo Chau Ly.[19]
Notas:
[5] Culminada la conquista de Tarapacá, la guerra se trasladó hacia el interior de Perú. En ese contexto Patricio Lynch “conquistó” a los chinos y los hizo participar en las batallas. Cuando los coolies fueron liberados de la tuición de sus amos, los hacendados peruanos, se produjo su adhesión a la causa chilena, a través del batallón de chinos Vulcano. Ver a Diego Lin Chou, (2004) en “Chile y China, inmigración y relaciones bilaterales 1845-1970”. 1º Edic. Centro de investigación Diego Barros Arana. Santiago de Chile.
[6] Raza Chilena es un concepto nacionalista que tuvo su apogeo en la segunda década del siglo XX, sus ideas centrales estaban basadas en los escritos de Nicolás Palacios, quien en 1904 publicó el libro “Raza chilena”, que en la práctica era una apología del pueblo chileno y desaprobaba la adopción de modelos culturales foráneos. Es una obra basada en el evolucionismo de Darwin y Spencer, sosteniendo que el pueblo chileno pertenecía a una raza superior, formada por la mezcla de conquistadores de raza goda y araucanos “recios” y valientes. Esta ideología calzó con el proceso de “chilenización” aplicado en el norte del país, por ello fue un concepto recurrentemente citado por autoridades y periódicos. Ver Nicolás Palacios (1918) en “Raza Chilena”. 2º edición, Editorial Santiago Vol. 1 y 2.
[7] El extinto Matadero Municipal estuvo emplazado en el mismo lugar en donde hoy se encuentra el Liceo Politécnico Diego Portales Palazuelos, en la Avenida Teniente Merino con calle Cuarta Poniente.
[8] Entrevista a J.A., tocopillana, de 78 años. Jubilada, laboró durante toda su vida en empresa vinculada a la exportacion de salitre. Entrevista realizada en Tocopilla, en marzo de 2012.
[9] Uno de los distribuidores artesanales de carnes más recordados en el sector céntrico y Manchuria fue el popular chino Li Ke, a quien le españolizaron su nombre por Enrique.
[10] La Manchuria sector que se presentaba como un gueto con chabolas de calaminas oxidadas, trozos de cartón, sacos de papas, y viviendas deprimentes. Un panorama habitacional absolutamente pobre que se configuró cómo el sector más afectado por el gran aluvión de 1940. Una versión sobre el origen del nombre se debe a que los primeros ocupantes de estos dispares terrenos fueron ciudadanos chinos, quienes reprodujeron la pobreza vivida en sus tierras natales. Manchuria constituye una región ubicada al noreste de China.
[11] Archivo de la Gobernación de Tocopilla. Oficio Nº23 dirigido al Intendente de Antofagasta. 19 de marzo de 1931.
[13] Arch. Gob. Tocopilla Oficio N°741, dirigido a Roberto Ly Cere, Presidente del Centro Chung Hwa. 1 de diciembre de 1943.
[14] En décadas posteriores, especialmente en la del 70, este negocio tendría una gran notoriedad ya que, desde este local surgían grandes filas para abastecerse de productos de primera necesidad. Eran los tiempos de la Unidad Popular (UP) caracterizada por el desabastecimiento y el mercado negro.
[15] Su publicidad aparecida durante enero de 1941 en el Diario La Prensa de Tocopilla, consignaba lo siguiente “all days dancing room, excellent orchestra, day and night restaurant, beer, wines and liquors, beautiful all girl for dancing”. Este local se incendió en agosto de 1949.
[18] Entrevista a Amelia Barrera. Ovallina, nacida en 1911, fallecida en 2010. Dueña de casa y residente en Tocopilla desde 1929 hasta 2010. Entrevista realizada en Tocopilla en febrero 2007.
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