lunes, 4 de junio de 2012

Jodorowsky, el retorno fílmico: "La Danza de la Realidad"




Sin duda que Tocopilla ha sido privilegiada ante la decisión de Alejandro Jodorowsky de grabar la película “La Danza de la Realidad” en su tierra natal. 


Las expectativas son enormes por parte de los miles de seguidores del psicomago a nivel mundial. Del mismo modo, la proyección de la ciudad portuaria al orbe son amplísimas e infinitas. El gesto por parte de este renacentista del siglo XX, es tremendo y admirable, expresa la humildad hacia su tierra originaria, en la recreación de su vida de infante en un pueblo diezmado por la crisis económica en la década del 30.



La contribución de Jodorowsky va por el lado de aportar desde lo que él es y lo qué el representa…en lo práctico, su figura se (re)conoce en Tocopilla, ha enseñado que debemos querer nuestra tierra, mejorar nuestro presente. En un retorno después de casi 80 años. Representa al tocopillano migrante, al que se va pero que recuerda, la nombra y vuelve. En ese arraigo tan peculiar. Es un ejemplo para muchos henchidos de egos que desconocen su tierra y se avergüenzan de pertenecerla. Desde ahí, desde la identidad, en el sentido de ser idéntico consigo mismo en cuanto a lugar, del deber de mirar primero hacia adentro, como ciudad, y luego hacia fuera, esta figura contribuye a que seamos mejores tocopillanos.



Cabe recordar que, en 1928 llegaba Jaime Jodorowsky, el padre de Alejandro, ucraniano trapecista de circo que se colgaba del pelo.  Se hizo socio de la Cruz Roja e instaló la tienda “Casa Ukrania”, ahí ofrecía los productos adquiridos en el puerto por contrabando en los vapores salitreros: medias, géneros, tenedores, tijeras, hilos, pañuelos, etc.

Jaime Jodorowsky  colmó las estanterías del local con cajas de cartón  donde asomaba la muestra de lo que contenían; una punta de calcetín, un pliegue de medias, un extremo de manga, el tirante de un sostén. El negocio parecía lleno de mercadería, lo que era falso, porque las cajas, vacías, sólo contenían el pedazo que asomaba. Para despertar la apetencia de los clientes, en lugar de vender artículos por separado, los organizó en lotes diferentes. En bandejas de cartón exhibió conjuntos compuestos, por ejemplo, de un calzón, seis vasos, un reloj, un par de tijeras y una estatuilla de la Virgen. O bien un chaleco de lana, una alcancía con forma de chancho, unas ligas con encaje, una camiseta sin mangas y una bandera comunista. Todos los lotes tenían el mismo precio. Frente a la puerta había exóticos propagandistas. Cada cual, a su manera, ensalzaba a voz en cuello la calidad y precios de los artículos, invitando a los curiosos a visitar la tienda. Entre otros, un enano con traje tirolés, un flaco maquillado de negra ninfómana, una mujer en zancos, un falso autómata de cera golpeando con un bastón el cristal desde el interior de la vitrina, una momia y también un gritón.




No eran más que mineros cesantes y hambrientos. Los mismos que con tanto agudeza e ingenio se las rebuscaban para inventar disfraces, usando para ello sacos y todo artilugio recogido en los basurales o en “La Manchuria”. Las mascaras y las capas, las faldas, tenían que surgir de aquellos menoscabados elementos. Sin duda que debe haber existido un espectáculo bizarro, creativo y estrafalario, al lado del Cuerpo de Bomberos.



Jodorowsky,  innovador  en  la  escena  teatral, rupturista  en  la forma  y contenido,  actor, artista  del comic,  cineasta vanguardista, tarotista, poeta, filosofo,  novelista  que  incluyó  en  su obra el  espíritu  de  su  amado  Tocopilla, la pequeña aldea nortina.  Él ha  declarado "para  mi,  Tocopilla es  la  raíz. Para  mi infancia,  Tocopilla  fue  el  paraíso, volver es terapéutico”.


Ver reportaje en el diario La Tercera


ver El paso por Tocopilla de Jaime Jodorowsky


Fotografias: gentileza de 
Aldo Beroiza (c)









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