Los pequeños boletos de cartón emitidos por The Anglo Chilean Nitrate & Railway Co. Ltd. En 1923—empresa británica que operó el sistema ferroviario del cantón de Toco desde fines del siglo XIX— constituyen vestigios tangibles de un pasado industrial que articuló movilidad, trabajo y control social en el norte de Chile.
Estos documentos, aparentemente modestos, permiten reconstruir la vida circulante del desierto salitrero y comprender cómo la infraestructura técnica moldeó las experiencias cotidianas de los trabajadores.
Se trata de boletos de segunda clase, impresos sobre cartulina gruesa, de pequeño formato, con tipografía inglesa y española, numeración seriada y perforaciones de control. Algunos presentan franjas rojas o azules que distinguían tramos específicos. En ellos se inscriben rutas que evocan la geografía productiva del desierto: Tocopilla–Toco, Tocopilla–Barriles, Tocopilla–Grutas. Los nombres de destino, breves y precisos, resumen la topografía de un territorio atravesado por la modernidad industrial. Cada boleto es, en sí mismo, un microarchivo de movimiento y de energía, una huella de los trayectos que conectaban el litoral con las oficinas salitreras del interior.
El Ferrocarril de Tocopilla al Toco, inaugurado en 1890, bajo la gestión de la Anglo Chilean Nitrate & Railway Co. Ltd., unía el puerto de Tocopilla con las oficinas salitreras. Su función era doble: transportar el salitre hacia el embarque marítimo y movilizar diariamente a obreros, empleados y familias entre la pampa y la costa. El tren, símbolo de progreso tecnológico, fue también un dispositivo de organización del tiempo laboral, de segmentación social y de disciplinamiento del trabajo.
Los boletos aquí conservados condensan esa dualidad entre modernidad y control. La mención a la “Segunda Clase” revela la existencia de jerarquías de movilidad dentro del propio sistema extractivo: el ferrocarril era una red jerarquizada, tanto en sus espacios físicos como en sus públicos. Las perforaciones y numeraciones evidencian un sistema burocrático preciso, que registraba y vigilaba cada desplazamiento. Al mismo tiempo, su materialidad —papel endurecido, tinta impresa, huellas del uso— testimonia una dimensión humana y cotidiana: el paso del trabajador que cada día recorría el eje Tocopilla–Toco.
*Boletos: colección de Sebastián Andrés A López.

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