Sin duda que Tocopilla ha sido privilegiada ante la decisión de Alejandro
Jodorowsky de grabar la película “La Danza de la Realidad” en su tierra natal.
Las
expectativas son enormes por parte de los miles de seguidores del psicomago a
nivel mundial. Del mismo modo, la proyección de la ciudad portuaria al orbe son amplísimas
e infinitas. El gesto por parte de este renacentista del siglo XX, es tremendo
y admirable, expresa la humildad hacia su tierra originaria, en la recreación
de su vida de infante en un pueblo diezmado por la crisis económica en la
década del 30.


La contribución de Jodorowsky va por el lado de aportar desde lo que él es y
lo qué el representa…en lo práctico, su figura se (re)conoce en Tocopilla, ha
enseñado que debemos querer nuestra tierra, mejorar nuestro presente. En un
retorno después de casi 80 años. Representa al tocopillano migrante, al que se
va pero que recuerda, la nombra y vuelve. En ese arraigo tan peculiar. Es un
ejemplo para muchos henchidos de egos que desconocen su tierra y se avergüenzan
de pertenecerla. Desde ahí, desde la identidad, en el sentido de ser idéntico
consigo mismo en cuanto a lugar, del
deber de mirar primero hacia adentro, como ciudad, y luego hacia fuera, esta
figura contribuye a que seamos mejores tocopillanos.
Cabe recordar que, en 1928 llegaba Jaime Jodorowsky, el padre de Alejandro, ucraniano trapecista de circo que se colgaba del pelo. Se hizo socio de la Cruz Roja e instaló la tienda “Casa Ukrania”, ahí ofrecía los productos adquiridos en el puerto por contrabando en los vapores salitreros: medias, géneros, tenedores, tijeras, hilos, pañuelos, etc.
Jaime Jodorowsky colmó las estanterías del local con cajas de cartón donde asomaba la muestra de lo que contenían; una punta de calcetín, un pliegue de medias, un extremo de manga, el tirante de un sostén. El negocio parecía lleno de mercadería, lo que era falso, porque las cajas, vacías, sólo contenían el pedazo que asomaba. Para despertar la apetencia de los clientes, en lugar de vender artículos por separado, los organizó en lotes diferentes. En bandejas de cartón exhibió conjuntos compuestos, por ejemplo, de un calzón, seis vasos, un reloj, un par de tijeras y una estatuilla de la Virgen. O bien un chaleco de lana, una alcancía con forma de chancho, unas ligas con encaje, una camiseta sin mangas y una bandera comunista. Todos los lotes tenían el mismo precio. Frente a la puerta había exóticos propagandistas. Cada cual, a su manera, ensalzaba a voz en cuello la calidad y precios de los artículos, invitando a los curiosos a visitar la tienda. Entre otros, un enano con traje tirolés, un flaco maquillado de negra ninfómana, una mujer en zancos, un falso autómata de cera golpeando con un bastón el cristal desde el interior de la vitrina, una momia y también un gritón.

No eran más que mineros cesantes y hambrientos. Los mismos que con tanto agudeza e ingenio se las rebuscaban para inventar disfraces, usando para ello sacos y todo artilugio recogido en los basurales o en “La Manchuria”. Las mascaras y las capas, las faldas, tenían que surgir de aquellos menoscabados elementos. Sin duda que debe haber existido un espectáculo bizarro, creativo y estrafalario, al lado del Cuerpo de Bomberos.
Jodorowsky, innovador en la escena teatral, rupturista en la forma y contenido, actor, artista del comic, cineasta vanguardista, tarotista, poeta, filosofo, novelista que incluyó en su obra el espíritu de su amado Tocopilla, la pequeña aldea nortina. Él ha declarado "para mi, Tocopilla es la raíz. Para mi infancia, Tocopilla fue el paraíso, volver es terapéutico”.
Ver reportaje en el diario La Tercera
ver El paso por Tocopilla de Jaime Jodorowsky
Fotografias: gentileza de
Aldo Beroiza (c)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.