lunes, 9 de mayo de 2011

Incendio en Barrio Histórico. 9 de mayo 2011.


© Iván González.


(c) F. San Román. 






Incendio en Calle Prat: fin de un vasto patrimonio tangible.

Penosa es  la situación  a nivel comunitario por la gran catástrofe ocurrida en las antiguas casonas de calle Prat y Baquedano. Lo siniestrado abarca  el antiguo Club de la Unión, la residencia del ex Gobernador y Alcalde Sr. Alfredo Castillo, habitación originalmente perteneciente a los croatas Budinich, asimismo se calcinó la planta baja  de la casa citada, correspondiente a la Inspección del Trabajo, del mismo modo se consumió la casa perteneciente al ex Alcalde Casimiro Busanich y la planta baja de esta última, perteneciente al salón de té Salinas. Sumemos un taller de vidriería y una bodega de un empresario local.   La destrucción es total siendo nuestro casco antiguo irremediablemente dañado. La destrucción incendiaria hacia nuestro patrimonio arquitectónico es sumamente lamentable.


Contexto de Origen.
Todas estas construcciones eran pertenecientes al periodo finisecular del siglo XIX, caracterizado por haber surgido prontamente una vez que Tocopilla es incorporada a Chile el 22 de marzo de 1879, comienza a organizarse, a nivel industrial, la explotación salitrera. El impulso dado por la concesión otorgada por el Estado chileno al británico Edward Squire, que significa la construcción de un ferrocarril salitrero que atraviesa la cordillera local, vino a generar un mayor  flujo financiero, por parte de capitales europeos, principalmente ingleses. Llegan a Tocopilla las grandes compañías salitreras que implican la construcción de muelles, casas gerenciales, casas para sus empleados y la generación de todo un movimiento portuario que engendró un rasgo cosmopolita. La generación de una activa vida comercial y una  bohemia nocturna que vino a ser el sello identitario.

Aquel proceso iniciado a finales del siglo XIX, llegó a tomar las dos primeras décadas del siglo XX. Por su parte el puerto tocopillano seguía creciendo gracias a los flujos económicos generados por la explotación del cobre y también  por el salitre y el porteo realizado en Tocopilla.  De ahí que en Tocopilla se establecieran las grandes compañías ligadas a la explotación y exportación  del nitrato, entre ellas Folsch & Martin, Anglo Chilean y Nitrate Agencies. Como así, de la misma manera la compañía Anglo Chilean Nitrate and Railway. El pequeño caserío inicial raudamente se iba transformando en una pequeña metrópolis en donde el intercambio comercial y la gestión de grandes negocios marcaban la pauta citadina.


La expansión urbana se expresaba en la ocupación de la Península de Algodonales y la Villa Esmeralda, más conocida como el sector de La Colonia.

Las grandes colonias extranjeras que existían en Tocopilla no sólo dominaban las  actividades mercantiles, sino que también dominaban los aspectos de la “vida social”. Ellos crearon múltiples Mutuales de Socorros Mutuos, entidades benéficas, Cuerpos de Bomberos y el connotado Club  de la Unión.


Llegaban grandes tiendas importadoras de productos lujosos que proporcionaban a la comunidad finas lozas, perfumes, porcelanas, cristalerías, sedas, géneros y lujoso pañuelos. Sombreros y también cigarros, del mismo modo existía  el contrabando de una diversidad de alcoholes exóticos. La vida nocturna era cada vez más agitada y bullida; se escuchaban múltiples idiomas y los colores de piel eran heterogéneos: chinos, negros de Harlem, hindúes, ingleses, nórdicos, noruegos, y otros tantos. Algunos se quedaron y la población dejaba de ser flotante y se convertían en tocopillanos por adopción. Así como llegaban marinos, también llegaban problemas para el orden público, por las continuas peleas y disturbios generados por los excesos de estos marinos mercantes. 
Iniciando el siglo XX,  existían alrededor de 5.000 habitantes, pero se presentaban dos segmentos en la  población; uno marcado por la elite, constituido sustancialmente por inmigrantes europeos, quienes eran comerciantes y grandes agentes salitreros, y otro grupo al extremo; el sector obrero, tales como pirquineros, lancheros, estibadores y empleados particulares. Ambos grupos estaban separados por un gran abismo social y cultural. La elite de Tocopilla admiraba lo europeo. Usualmente, gesticulaba, se vestía  y hablaba a la usanza inglesa. Ellos configurarían encapsulados grupos de tertulias y juntas sociales, en donde la prosapia y alcurnia del origen determinaba todo. Empero,  en el otro sector, el obrero se desenvolvía con el analfabetismo y el alcoholismo. Entre la dureza del trabajo y la insalubridad.

Es en este lapso en donde afloran las construcciones en base al pino oregón, en sector de la actual calle Prat, desde Sargento Aldea, San Martin, Serrano, Baquedano, sectores de calle Sucre y parte importante de 21 de Mayo.

No olvidemos que, la actual “Calle Prat”, en tiempos bolivianos (1843-1879) se llamó “Calle Tocopilla”. Fue la principal arteria comercial hasta finalizar el siglo XIX. Pero  por la destrucción que generaron los dos grandes terremotos y tsunamis, en 1868 y 1877, la población y los comerciantes fueron reacios a invertir y seguir funcionando en dicha  calle. Era un riesgo tremendo y generó un recuerdo de terror latente por muchos años.
Una cuadra más arriba, paralelamente, se encontraba la actual calle “21 de Mayo”, que en primera instancia se llamó Calle 9 de Mayo, en recuerdo de la  infausta tragedia que había provocado el terremoto y maremoto de 1877. Una vez que Tocopilla fue anexionada a Chile, la calle cambió de nombre en homenaje a la gesta de Iquique.
Cabe señalar que las calles del centro comercial de Tocopilla, y como en todas la ciudades del norte, sus nombres tienen relación con la Guerra del Pacifico. Y de una u otra forma, el “Centro”  de Tocopilla, comercial y de equipamiento público, está determinado por el cambio que generó este maremoto. Es decir, por este fenómeno, se modeló lo que hoy conocemos. De hecho, en Calle Tocopilla, estaba el Municipio, la Gobernación, la gran Iglesia Nuestra Señora del Carmen, la Policía, grandes casas comerciales como Grace Line, la Iglesia  Anglicana. Cerca estuvo el Correo y Telégrafos, el Viceconsulado Peruano, el Club de la Unión y connotadas familias construirían sus pomposas residencias, entre ellos los Busanich, Budinich, entre otras. Luego, todo se traslada una cuadra más arriba.


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El Club de la Unión
El Club de la Unión de Tocopilla es fundado el 18 de septiembre de 1897. Este círculo social lo integraba la elite tocopillana de ese entonces; agentes salitreros y empresarios ingleses, alemanes, españoles y norteamericanos. Su primera directiva la compuso el salitrero Henri Sloman, el Gobernador, Eduardo Orrego; Francisco Basterica y Mariano Cofré. Fue un club exclusivo pero, con el paso del tiempo, se irían integrando algunos comerciantes y personalidades públicas locales. El vetusto edificio que es de la misma fecha,  estaba destinado a un restaurant y lugar de fiestas. En cuanto al club como tal, ya no existe.
La inauguración del Club, estuvo antecedida por una reunión de lineamientos a la cual asistieron, además del gobernador, Sloman, Joaquín Elizalde, Mariano Cofré, Adolfo Aránguiz, Max Adelsdorder, Máximo Latrille, Carlos Carne, Manuel Fraile, Luis Lacalle y Francisco Basterrica.
La comisión ‘socios’, compuesta por Luis Lacalle, Max Adelsdorfer y Máximo Latrille, quedó encomendada no sólo de la selección e invitación de los futuros miembros, sino también a cargo de la venta de acciones para el local del club. Por su parte, Máximo Latrille y Carlos Werner, quedaron encargados de redactar un reglamento interno.

Nuestra amiga historiadora de la ciudad de Concepción, Virginia Morelli, nos indica que su bisabuelo, el señor Mariano Cofré Marcus, miembro de la primera directiva del Club de la Unión, llegó a Tocopilla en el año 1879, en el contexto de la anexión de Tocopilla a Chile. Se desangraba, 
en ese entonces, la brutal Guerra del Pacifico. Cofré llegó con el Regimiento II de Tarapacá y es designado como responsable de Aduanas. Era casado con Téodula Castro Pérez de Arce. Cofré falleció en Calbuco.










Incendio.
El  daño es absoluto, la antigua esquina postal, luce llena de escombros y las  casonas altas quedarán sólo en los registros gráficos y memoriales de los tocopillanos.




Cabe mencionar que se repite el fenómeno que ha acaecido en dicha avenida: los raudos incendios. Para ello sólo nos cabe volver a comprobar la alta vulnerabilidad de estas casonas impregnadas con partículas de salitre, el cual durante decenas de años se ha ido acumulando en la madera, estimulando rápidos e incontrolables incendios.

Por otro lado, es preciso mencionar que, el Club de la Unión era mucho más que un restaurant; era en lugar en donde muchos tocopillanos se casaron, se bautizaron, celebraron muchísimas fiestas, aniversarios de todo tipo; escolares, ancianos, jóvenes, niños, en fin, no hubo tocopillano que no haya visitado aquel local.
Reloj de Coya (1911) también reportó daños
por la altísima temperatura. 
 Nuestro patrimonio tiene que verse mas allá de lo monumental o del estilo arquitectónico, el patrimonio es todo lo que para la comunidad reflejas un imaginario, un simbolismo y una connotación relevante en su devenir histórico comunitario y personal. 




El horrendo panorama.

































©  I. González

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