domingo, 31 de marzo de 2024

CONTAMINACIÓN HISTÓRICA

La termoeléctrica funcionó desde 1915 con petróleo crudo, el cual era importado por The Union Oil Company of California. El volumen de la usina eléctrica requirió la implementación de corpulentos estanques, cuyos depósitos alcanzaban la cantidad de 55.000 barriles cada uno.

El uso de petróleo fue gradualmente en aumento desde mayo de 1915. La evolución de sus instalaciones, producto del crecimiento del yacimiento cuprífero de Chuquicamata la llevó a consolidar la denominada Planta de Baja Presión (unidades 1 a la 7) y la Topping Plant (Unidad 8 en 1938. En 1959 entró en servicio la Unidad 9, la primera de alta presión.
En aquellas circunstancias de expansión, siempre las humaredas tóxicas fueron vertidas sobre la población.



Fotografía: 2 de octubre de 1915.





Aquí yacen las miles de toneladas de cenizas de carbón generadas por las termoeléctricas de Tocopilla, las cuales no tienen ninguna remediación, están a la intemperie y siguen difundiendo las partículas de metales pesados y diversos tóxicos desde 1983, tales como arsénico, plomo, mercurio, cadmio, selenio, aluminio, berilio, cloro, manganeso, níquel, zinc, entre otros. 

El 17 de septiembre de 1999, El Mercurio de Antofagasta tituló: “Tocopilla está protegida”, reproduciendo las palabras de C. Ullrich (experto en gestión ambiental de Electroandina) quien afirmó que, “la ciudad puede estar segura, que permanentemente son cautelados sus intereses, protegiendo la vida de la población y ayudando a conservar las áreas verdes” (El Mercurio de Antofagasta, 17 de septiembre de 1999). 

En la discusión parlamentaria sobre el uso del pet coke (un combustible altamente tóxico que es un derivado del petróleo), el diputado por la zona de Tocopilla, Waldo Mora, señaló: “Lo lógico sería permitir el uso del petcoke y obligar al Gobierno a que (…) realice los estudios serios y responsables, para determinar si su uso es factible y si es dañino para la población. Todos los estudios que han llegado del extranjero no demuestran con claridad que perjudica a la población” (ABCN, Cámara de Diputados. Sesión Ordinaria N° 18. Legislatura Ordinaria Nº 342, 19 de julio de 2000, p. 44). Seguidamente, defendió el uso de aquel combustible. 

Claramente, la opinión del diputado soslayaba tendenciosamente una amplia y antigua gama de literatura científica que certificaba los dañinos efectos de aquel combustible, como así también los diversos reportajes de diarios y revistas que citaban aquellos estudios.

Fue así que en el segundo semestre del año 2000 la empresa Norgener fue autorizada para quemar aquel combustible (El Mercurio, 26 de octubre de 2000), porque, supuestamente, se trataba de “plantas bastante nuevas y que son capaces de combustionar el petcoke, pero, para cumplir con la normativa ambiental, debe ser mezclado con carbón natural” (ABCN, Cámara de Diputados, Humberto Soto, Gerente General de Norgener S. A, sesión Nº 9, 4 de junio de 2000, p. 129).

Al poco tiempo, la termoeléctrica de Electroandina, que quintuplicaba en combustión a Norgener, se sumaría como consumidor de este derivado del petróleo, significando aumentar fuertemente la vulnerabilidad ambiental y sanitaria de la comunidad.

Fue así que, en ese marco economicista, la introducción del petcoke era “atractiva”, porque dicho producto era de sorprendente bajo precio y auxiliaba el aumento de la productividad; por ejemplo, en los finales de la década de 1990 su precio fluctuaba entre los US$ 2 y US$14 la tonelada, “el precio internacional del petcoke depende principalmente de su contenido de azufre. Cuando el contenido de azufre es menor, el precio es mayor” (ABCN, Diputado L. Sánchez, Sesión ordinaria 16ª, 13 de julio de 2000: 33).

Desde entonces, la combustión del petcoke, sólido poroso oscuro que contiene altas cantidades de azufre y esencialmente níquel, cromo y vanadio, generó la emisión significativa de anhídrido sulfuroso y material particulado fino, conocido como PM10, partículas formadas principalmente por compuestos inorgánicos como silicatos y aluminatos, metales pesados y material orgánico asociado a partículas de carbono, esencialmente hollín. La población fue expuesta a respirar aquellos corpúsculos de metales pesados, como el vanadio, el cual es un severo irritante de las membranas mucosas de los ojos, también de la nariz, irritador de la garganta y afectador del aparato respiratorio y a la piel. Se adicionaba el níquel, un alto promotor de cáncer al pulmón y en los senos paranasales, causando seguidas irritaciones a la piel y en las vías respiratorias. Del mismo modo, el cromo, considerado un metal pesado cancerígeno, el cual es emitido a la atmósfera y precipita con la humedad, depositando en las aguas del mar y en el suelo, ingresando al cuerpo de las personas a través del aire y también por la comida. La OMS considera al cromo hexavalente como elemento cancerígeno. 



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